O CÉU EM NOSSA CASA
O CÉU EM NOSSA CASA
ESTUPOR, REALISMO, OBJETIVIDAD
EL CUARTO DE LOS NIÑOS
La mirada de un niño es un
tesoro
Nacer es un aventura aún mayor que el matrimonio. En todas las casas, incluso en las más tristes, la llegada de un bebé hace renacer a padres, abuelos, tíos y hermanos, aunque no a todos del mismo modo.
El día que llega un recién nacido a la casa de sus padres toma posesión sin decir una palabra; entra con todos los derechos para quedarse. De inmediato, hay que ofrecerle un lugar confortable en donde comenzar esta aventura de vivir. Su primera barca será su cuna, una nave como el Arca de Noé. Así, el cuarto de los niños se irá trasformando en el timón del barco que cambiará la vida de la familia.
Cuando entramos por primera vez en una familia, con la partida de nacimiento, entramos en un mundo imprevisible, un mundo que tiene sus extrañas leyes, un mundo, en definitiva, que no hemos creado nosotros. En otras palabras cuando entramos en una familia entramos en una fábula, como bien decía Chesterton.
Los padres aprenden mucho con la llegada del recién nacido pues todo infante transmite una inocente sabiduría que puede cambiar la vida de toda una familia si está atenta y con el deseo de aprender.
Durante estos días de pandemia global ha dicho un periodista que, sin ponerse de acuerdo, muchos de los mejores fotógrafos del mundo retratan a niños asomados en las ventanas, niños que juegan en casa, niños que duermen confiados. Como si la mirada de un niño hacia un mundo extraño, hacia una realidad misteriosa, se hubiese convertido en un tesoro.
En cada niño, decía Chesterton, hay un universo recién estrenado del que hay que aprender mucho; por eso necesitamos esforzarnos por recuperar el candor y el estupor de los niños, el realismo y la objetividad de la inocencia, cambiar nuestras costumbres para ver las cosas como nuevas.
Observando atentamente a los niños comprenderemos que no dan nada por supuesto y así ven el mundo con los ojos asombrados, pues para ellos, todo es un milagro. Los niños no tienen proyectos por eso están tranquilos y no se preocupan como los adultos. Cuanto podemos aprender de la vida si nos hacemos como los niños que son la cosa más alta y sagrada de lo humano.
El poeta Jesús Montiel ha escrito que para el niño el mundo es una novela, cada rostro una escultura, la voz de su madre una sinfonía.
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