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UN LABORATORIO DE SABORES. SINFONÍA DE SABORES.

La cocina

Una escuela que educa a cómoservir y a ser felices

Podemos decir que en una casa la cocina es el espacio privilegiado de la memoria y de la educación para el gusto por la vida.

De las ollas salen olores y sabores que conocemos y que siempre brindan la posibilidad de volver a contar historias, recordar momentos importantes, seres queridos, lugares por donde pasamos. Los alimentos provocan sensaciones y marcan nuestra memoria utilizando nuestros cinco sentidos.

Chesterton dijo el hombre debe comer porque tiene un buen apetito que saciar, y no, claro está, porque tenga un cuerpo que alimentar. Porque la comida no solo satisface nuestras necesidades nutricionales y calóricas, sino que es la comunicación de afectos entre quienes la preparan y quienes la comparten en la mesa.

Las recetas pasan de una generación a la siguiente, escritas en cuadernos o recordadas para que se repitan a lo largo del tiempo, tomadas de cada persona que se arriesga a cocinar con su "propio sazón" y con los ingredientes de su creatividad y de su invención, siendo estos elementos fundamentales de la buena cocina, incluso de la más sencilla.

La cocina es un lugar privilegiado para educar a la paciencia, a la espera, y al gusto por servir. No hay nada mejor para un cocinero o una cocinera, que ver a las personas felices y satisfechas con una comida que se ha preparado con cariño.

La cocina también es el lugar del fuego, que ayuda a calentar las noches frías con alimentos reconfortantes. Detrás de cada plato de comida hay una esperanza de felicidad. Es de la cocina que la sopa caliente llega a alguien que está enfermo, el pastel de cumpleaños para recordar lo bueno de la existencia, y también es allí donde aprendemos que toda la comida que nos da la tierra es buena y puede alegrar el corazón de una familia, cuando aprende a saborearla y no solo a tragar para saciarse.

En cada país, la tierra produce alimentos con sabores muy diversos, sin homologación posible en la cocina. Para los cristianos, la comida también tiene un lugar sagrado en la casa, trayendo a la mesa la importancia de la comunión y del compartir lo que uno tiene, celebrando y brindando por la vida. Es por eso que una mesa llena es un signo de abundancia y gratitud en una casa donde la familia y los amigos son un signo divino.

La cocina es la mejor escuela para aprender a servir y, por lo tanto, a ser feliz, porque no hay hombre feliz si no sabe dar su vida a los demás. De la misma manera que, para agradecer a alguien, o incluso para hacer las paces después de un desacuerdo, la comida puede ser don y regalo, un don para comprender que la vida, como un buen regalo, está llamada a terminar en un "¡muchas gracias!".

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